Pedro Berruguete era un pintor castellano y su mayor aportación consistió en la introducción del Renacimiento italiano en Castilla. Su aprendizaje artístico lo inició en un ambiente flamenco con Joos van Wassenhove (Justo de Gante) antes de 1497. Puede que viajara a Italia para trabajar en el Palacio Ducal de Urbino, que pertenecía al duque de Montefeltro. Allí hace una serie de retratos como, por ejemplo, el retrato de Sixto IV que se encuentra en París, en el Museo del Louvre. También pinta el retrato de Federico de Montefeltro con su hijo Guidobaldo (Urbino, Palacio Ducal). Después de su estancia italiana, Berruguete regresó a Castilla, donde realizó una serie de temas religiosos. Aparece documentado en Toledo en 1483, lugar en el que decora los muros de la capilla del Sagrario de la Catedral. Vuelve a su población natal y ejecuta el retablo de Santa Ana y la Virgen (1485-1488). En esta fecha vuelve a Toledo y, tras un periodo de silencio documental, trabaja de nuevo en dicha ciudad en 1494. Recibió un encargo del inquisidor Tomás de Torquemada, realizando el retablo mayor del Convento de Santo Tomás de Ávila. Destaca de este retablo la pintura Auto de Fe de Santo Domingo de Guzmán que se encuentra en el Museo del Prado. Su última etapa transcurre en Paredes de Nava donde pinta obras como el parcialmente desaparecido retablo de Guaza de 1501. En su pintura destaca la influencia del Renacimiento italiano, en el hecho de querer enmarcar las figuras y las acciones en el espacio, mediante la utilización de la luz y la perspectiva. Cuando vuelve a Castilla, pierde el interés por el detalle y sus figuras se vuelven más sobrias.
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